El nombre de Bogotá tiene una historia profunda que se remonta a la era precolombina. Originalmente, la región era habitada por los Muiscas, un grupo indígena que se asentó a lo largo del río Funza, hoy conocido como río Bogotá.
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Los Muiscas llamaban a esta región Bacatá, que quiere decir Bogotá y que se traduce como “cercado fuera de labranza”. Este nombre no solo describía una ubicación geográfica sino también la importancia política y social del área dentro de la comunidad indígena.
Con la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI, la ciudad pasó a ser conocida como Santa Fe. En 1538, Gonzalo Jiménez de Quesada, el fundador de la ciudad, le asignó este nombre. A medida que la ciudad crecía, la denominación Santa Fe de Bogotá se hizo común en el siglo XVII para diferenciarla de otras localidades con el nombre de Santa Fe.
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El Congreso de Angostura, en 1819, decidió cambiar el nombre a Bogotá, en honor a su denominación indígena original. En ese momento, el pueblo cercano fue rebautizado como Funza, anteriormente conocido como Santiago de Bogotá. Este cambio reflejaba un retorno a las raíces históricas del área.
En 1991, con la promulgación de una nueva Constitución, se restableció el nombre de Santa Fe de Bogotá. Sin embargo, en 2000, una reforma constitucional simplificó el nombre a Bogotá. Este ajuste final consolidó el nombre que hoy es ampliamente reconocido tanto a nivel nacional como internacional.
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Hoy, Bogotá es un símbolo de la rica herencia cultural de Colombia, combinando su profundo pasado indígena con una vibrante vida moderna. Su evolución en el nombre a lo largo de los siglos refleja tanto su historia como su capacidad para adaptarse y prosperar en el mundo contemporáneo.