Activistas y expertos recordaron este lunes que el Gobierno estadounidense encubrió a mediados del siglo pasado el plan de la primera bomba atómica, una historia que se ha vuelto a popularizar por el estreno el próximo viernes de la película «Oppenheimer».
En una charla convocada por la organización del Boletín de Científicos Atómicos, que cada año evalúa los riesgos de una catástrofe nuclear, el investigador Stephen Schwartz explicó que las armas atómicas y el secretismo gubernamental siempre «van de la mano».
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De hecho, recordó que el Gobierno estadounidense «confiscó y eliminó imágenes de lo que realmente sucedió en Hiroshima y Nagasaki», ciudades japonesas donde se lanzaron las primeras bombas atómicas en 1945, durante la Segunda Guerra Mundial.
Las autoridades de Estados Unidos sabían que «la divulgación de esa información y de esas imágenes conmocionaría tanto a la opinión pública que no toleraría el desarrollo de más armas nucleares», aseguró Schwartz.
«Los planes nucleares son como las cucarachas, que corren a esconderse cuando las luces están encendidas», comparó el investigador, quien afirmó que esto no solo ocurre en Estados Unidos, sino también en cualquier país que haya desarrollado este tipo de armamento.
Schwartz subrayó además que nunca se consultó a los estadounidenses sobre «el precio a pagar» por la carrera nuclear, en referencia a la contaminación de agua y aire provocada en una zona de Nuevo México, donde el Gobierno probó la primera bomba antes de usarla en Hiroshima y Nagasaki.
Otro de los «silencios» es el de las víctimas de ese primer artefacto en Nuevo México.
Tina Cordova, cuya familia se ha visto afectada durante décadas por la radiación de ese lanzamiento, denunció las consecuencias invisibilizadas a las que su comunidad sigue enfrentándose.
«Ojalá pudiera decir que mi familia es única, pero no lo es», lamentó la activista, la cuarta generación de su familia diagnosticada de cáncer.
Junto a otras víctimas, Cordova intentó contactar al equipo del largometraje de «Oppenheimer» para pedirles que tuvieran en cuenta sus historias personales, pero los «ignoraron», explicó la afectada.
«Estamos muy decepcionados porque eso es volver a explotar nuestras tierras y nuestras vidas, de forma muy parecida al Proyecto Manhattan», concluyó Cordova.
Por su parte, la activista Mari Faines expresó su esperanza de que se destruyan las armas nucleares, en vistas de que Estados Unidos recientemente lo hizo con sus armas químicas, señaló.
Hizo así un llamamiento a «terminar el duro trabajo que (Robert) Oppenheimer comenzó», ya que el científico diseñó la bomba nuclear pero luego se opuso a su uso en Hiroshima y Nagasaki. EFE