El pentacampeón perdió la oportunidad de conseguir ‘la sexta’ tras un difícil encuentro que se alargó más de lo habitual en Doha y que terminó definido con un amargo sinsabor en los penaltis.
En Brasil, donde el fútbol es casi una religión, el fin de semana que se había ampliado con la «venia de los jefes» ya no será igual tras la derrota de la Canarinha.
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El carnaval que se había preparado en Brasil en medio de baile, risas y cerveza, ahora se viste de luto en las calles del país.
Del norte al sur de Brasil la derrota cubrió de sombra a la nación.
La icónica playa de Copacabana, en Río de Janeiro, que estuvo a reventar desde el comienzo de la mañana, rápidamente se desocupó.
Lo mismo se vio en Recife donde los gigantescos muñecos de algunos de los jugadores de la selección desaparecieron tras haber animado en forma entusiasta a los hinchas antes del juego.
El Neymar con cabello platinado y los muñecos de Vinícius Júnior o Richarlison junto con el gigante Pelé, la más grande estrella del fútbol brasileño y quien actualmente está hospitalizado por una infección pulmonar, se esfumaron en cuestión de segundos.
En Sao Paulo, la ciudad más poblada de Brasil, un silencio generalizado se apropió de las calles en el centro de la ciudad por donde miles de aficionados se desplazaban tras abandonar el Vale do Anhangabaú, en donde se habían concentrado.
Las paulistas, que con sus atuendos habían vestido de verde amarillo el lugar, ya no tenían las esperanzadoras sonrisas que iluminaban horas la ciudad.
Los mensajes de aliento que se veían en pancartas para la selección terminaron en el piso junto con los carteles que pedían por la recuperación de Pelé.
Una semana atrás los brasileños lloraban la derrota con Camerún y este viernes el país asiste a un funeral inesperado de su selección.
Ahora Brasil tendrá que esperar dos meses para ver si el carnaval le ayuda a olvidar la derrota de la Canarinha y cuatro años más para volver a tener fe en su selección.
EFE
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