Cada día se aplaza o se cancela un nuevo festival, una nueva gira mundial, un pequeño concierto. Por lo general, los promotores y los artistas aguantan todo lo posible, hasta que el calendario se les echa literalmente encima y no tienen más remedio que tomar una decisión.
Los asistentes, aquellos que tienen una entrada o abono comprado, ajenos a todo lo que hay detrás de un gran evento de este tipo, reclaman noticias, piden a los organizadores que digan algo. Exigen saber qué va a pasar con el dinero que han gastado y que va más allá de la entrada de turno, pues suele incluir alojamiento y desplazamiento y más gastos.
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En el caso de España, por ahora la línea roja parece estar en el mes de julio, mes en el que aún se mantienen grandes festivales como Mad Cool, Bilbao BBK Live, Resurrection Fest, FIB o Low. Prácticamente todos los que se tendrían que celebrar desde ya mismo hasta julio ya han tomado alguna decisión (en el plano internacional, Coachella aplazado hasta octubre o Glastonbury hasta 2021, mostrando dos opciones diferentes).
Hay, como decíamos, muchas cosas que el público desconoce y que ahora ha desvelado el director del Hellfest francés, Ben Barbaud, en una entrevista de lo más sincera con el medio Ouest-France. En lugar de dar rodeos o marear la perdiz, ha explicado muchas cuestiones que, en mayor o menor medida, afectan a todos los festivales.
La primera pregunta para el director del Hellfest va al grano y pregunta por una posible cancelación del famoso festival de rock y metal, que esperaba reunir a 60.000 personas por día desde el 19 hasta el 21 de junio en la localidad francesa de Clisson.
«Es muy probable que se cancele, pero no se puede decir oficialmente», responde Barbaud, quien lanza la pregunta del millón: ¿Quién puede imaginar que se autorizarán festivales en junio y julio que reúnan a 60.000 personas, incluido un 20 por ciento de extranjeros en nuestro caso, todos pegados unos con otros, cuando sabemos que probablemente habrá algunos casos de Covid-19 a nuestro alrededor?»
Consciente del desconocimiento del público, plantea que «los asistentes al festival no entienden por qué no se anuncia la cancelación», a lo que añade abiertamente: «Se espera que el gobierno decida, como es probable, extender el confinamiento más allá del 15 de abril. Esto nos permitirá usar la cláusula de fuerza mayor prevista en nuestros contratos con los artistas, y en consecuencia ya no será posible, materialmente, organizar el festival a tiempo para las fechas programadas (del 19 al 21 de junio). Eso justificaría la cancelación».
Es un problema económico, efectivamente, en el que entran en juego las aseguradoras, pues si el Hellfest tomara la decisión de cancelar por su cuenta antes de que lo haga el gobierno, podría ser acusado de haber suspendido unilateralmente. «Así, no lo cubriría el seguro», destaca el directivo.
«Es el Estado el quen debe posicionarse para detener esta hemorragia», prosigue, añadiendo: «A pesar de nuestros innumerables recordatorios al Ministerio de Cultura ni siquiera nos responden con un maldito email sobre el tema. ¡Ni siquiera una llamada telefónica! Nada, es una vergüenza. Cuanto más pasan los días, más dinero perdemos».
Para un festival del tamaño del Hellfest, las pérdidas por la inactividad son millonarios y ya ascienden a dos millones: «Tenemos un año de salarios pagados para un festival que probablemente no tendrá lugar. Todas las inversiones en el sitio, que estaban sujetas a préstamos bancarios este año, también se suman a las pérdidas. La crisis del coronavirus para los organizadores del festival es el equivalente a un año de trabajo, no unos pocos meses».
Explica entonces Barbaud que su intención es que quienes tengan entradas y abonos para la edición de este año puedan usarlos en 2021. «Hemos tenido la suerte de agotar en muy poco tiempo», destaca, admitiendo que van a «apostar por la fidelidad del público». «Esperamos que no haya muchas solicitudes de reembolso, lo que nos permitirá mantener efectivo y superar la tormenta. Los bancos también desempeñarán su papel, estoy seguro», subraya.
El Hellfest no se pospondrá a otro mes de este mismo 2020 por otra obviedad: nadie sabe cuando terminará esta crisis sanitaria, ni tampoco cómo lo hará. «Tampoco será la misma calidad. Los grupos estadounidenses no vendrán. Actualmente están pasando por esto en su país, y la salud es un tema delicado. Todos van a cancelar sus giras. Una edición en septiembre sería peor, y más asistentes al festival pedirían un reembolso. Prefiero posponer por un año», confiesa Barbaud.
Revela también que a finales de 2019, antes de que apareciera el coronavirus en China, firmaron por 200.000 euros una extensión del seguro del festival que les cubre contra pandemias, pero ahora surgen los típicos desacuerdos con la letra pequeña del contrato, pues la aseguradora dice que esa extensión no incluye la neumonía de tipo SARS atípico (o sea, el coronavirus).
De manera que, mientras la organización del Hellfest espera todo lo que puede a que el gobierno tome las decisiones necesarias para frenar la pandemia, pelea al mismo tiempo por su propia supervivencia. «Hemos hablado con nuestros socios bancarios y nos han tranquilizado», termina Barbaud su reveladora entrevista.
Cada festival hará lo que quiera o lo que pueda, pero recién estrenado abril pocos apuestan por recuperar la normalidad en verano. Porque no se sabe cómo evolucionará la pandemia y porque nadie sabe en qué circunstancias saldremos de esta.
Aplazar un festival a unos pocos meses vista parece una jugada arriesgada porque, aunque en el mejor de los casos en otoño ya se puedan celebrar grandes eventos, el miedo de los artistas y del público puede también provocar una retirada en masa. Y preparar un gran festival no es algo que se haga en un par de semanas, por otro lado, necesita meses de trabajo a pleno rendimiento con miles de personas contratadas. El futuro es trágica y desconcertantemente incierto para todos.
Por EuropaPress
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