Que a uno lo hagan reír en el trabajo, no está mal; pero que el trabajo sea hacer un tatuaje, pues ahí sí puede haber problemas.
Esto fue lo que le pasó a un tatuador que no pudo contener la risa al escuchar la manera en que su cliente se aguantaba el dolor, el cual no permitía la concentración adecuada. El caso es que cada quien soporta el dolor a su manera, pero sin duda la manera de aguantar de este cliente hace reventar de la risa a cualquiera. Si no creen, vean la cara del tatuador.