A sus 76 años e inmerso como está en su enésima gira de conciertos por todo el mundo, al incombustible Paul McCartney no le ha temblado el pulso a la hora de hablar abiertamente sobre esos años de juventud en los que, al igual que otros muchos artistas de su generación, solía experimentar con ciertas sustancias psicodélicas con el objetivo de acercarse un poco más a aquellas respuestas que le planteaban las preguntas más existenciales de la vida.
«Sinceramente, sí que creo que hay algo superior, más elevado que todos nosotros, pero no sé el qué concretamente. Pero lo he sentido a través de algunas de las experiencias que he tenido. Una vez tomé una droga llamada DMT, estaba con el dueño de una galería de arte, Robert Fraser, y un par de tipos más. Nos quedamos clavados en el sofá inmediatamente. Y vi a Dios, como una especie de torre imponente, y me sentí inmediatamente empequeñecido por su presencia», ha revelado el exBeatle en conversación con el semanario Sunday Times.
«Era enorme lo que estábamos viendo, como un muro de grandes dimensiones del que no podíamos ver la parte superior. Mucha gente me diría que se trataba de una mera alucinación, del efecto de las drogas. Tampoco es que me cambiara la vida, pero me dio pistas sobre lo que hay más allá. Robert y yo vimos exactamente lo mismo. Los dos sentimos que habíamos tenido una revelación. Y nos dijimos: ‘Hemos visto a Dios», ha asegurado en la misma conversación para, a continuación, compartir su opinión sobre la posibilidad de que exista vida después de la muerte.
«Tras perder a mis padres y a Linda [su primera esposa, madre de la diseñadora Stella McCartney], además de a mucha gente de mi entorno, con frecuencia escuchas eso de que siguen presentes, de que te están mirando desde arriba. Y me dicen: ‘No te preocupes, siempre cuidarán de ti’. Y siempre hay una parte de ti que quiere creer en ello, aunque no haya prueba alguna que lo demuestre», ha aseverado.