El partido fue una fiel fotocopia del que se jugó en Inglaterra. Dos equipos llenos de miedo y respeto hacia el otro que prefirieron esperar para ver qué proponían los rivales. El Madrid golpeó primero. Con Luka Modric encargado de liderar un mediocampo sin Casemiro el Real se fue a la carga. En apenas 20 minutos, Gareth Bale se coló en el área y con su pierna menos hábil la mandó a guardar -antes el balón rebotó en Fernando-. Grito eufórico en el Bernabéu y la boleta para la final casi lista.
Desde ahí, el fútbol se fue a dormir y nunca despertó. Los visitantes no lograron más de 10 pases seguidos; el Real se dedicó a controlar el balón, sin agresividad ni profundidad. Todo fue una siesta y muy larga. Uno que otro tímido remate apareció en el partido e, incluso, Fernando sacó un remate que se estrelló en el palo y por poco activa un partido que tuvo poco -casi nada- picante.
James Rodríguez tuvo minutos esta vez. Zidane le dio entrada al colombiano en el 70, pero la verdad es que casi pasó desapercibido y en una opción clarísima que tuvo, se resbaló y no logró definir como debía. Una pena por el 10, que parece tener sus días contados en el club merengue.
La identidad de juego al Real le importa poco. El objetivo era llegar a la final y así lo hizo. Ahora tiene una cita con el Atlético de Madrid, el 28 de mayo, en Milán. Hay que corregir ciertas cosas y poner lo mejor de la artillería si se quiere quedar con su undécima copa de Europa.