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«Por qué escogí una carrera en pornografía»

Laura Moreno
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«Mis amigos me llaman Jade, pero mis seguidores en Twitter me conocen como Carly Rae«. Empieza diciendo esta joven de 23 años de Mánchester, Reino Unido, quien estudió diseño en la universidad, pero que se decidió por una carrera que poco tiene que ver con la industria de la moda.

«Mi elección profesional, el dedicarme a la pornografía, conmocionó a muchos«, reconoce al conversar con la BBC. Por ello, para explicar la razones que la llevaron a tomar esa decisión, participó en un documental titulado Jade: Why I Chose Porn (Jade: por qué escogí el porno).

«Normalmente en los medios sólo vemos el impacto negativo que (la pornografía) puede tener en la vida de las personas o a gente que se metió en esto por las razones equivocadas«, cuenta Jade. Eso, insiste, es una visión parcial de la industria. «Para mí no es así. Me encanta mi trabajo y las oportunidades que me ha dado«, le cuenta a Rachel Tracy, la directora del documental.

«Cuando piensas en pornografía, te vienen a la cabeza esas chicas con la piel anaranjada, con toneladas de maquillaje encima«, explica. «Yo no soy nada de eso. No quiero ser como otras estrellas del porno. Quiero ser yo, nadie más«.

Inicios universitarios
Quería ser ella misma, teniendo relaciones sexuales con un desconocido ante una cámara, ganando US$1.500 por dos días de trabajo. ¿Pero de dónde la nació la idea? Cuenta que le comenzó a interesar el porno a los 13, cuando empezó a ver ese tipo de películas en internet.

«Fue una fascinación de la infancia, por lo que lo mantuve en el fondo de mi mente. Siempre pensé que llegaría un día en el que me dedicaría a ello«. Ese día llegó cuando hace cuatro años se mudó de Warwickshire, un condado del centro de Inglaterra, a Mánchester, la segunda ciudad más grande del país.

Allí, en la Universidad Metropolitana de Mánchester (MMU), empezó a estudiar moda y diseño. Como muchos estudiantes, tuvo que buscar la forma de llegar a fin de mes, y el modo que ella encontró fue vendiendo fotografías y videos de contenido sexual explícito a una página web para adultos. «De repente tenía US$150 más en mi cuenta bancaria cada semana«, recuerda.

El sitio de internet no tardó en proponerle hacer una película ‘de verdad’. «Les contesté que claro, que me encantaría, que sonaba genial«, dice. «Lo sentí totalmente natural». Aunque entonces no tenía los casi 700.000 seguidores de hoy en Twitter, un compañero supo de su actividad e inventó un hashtag que la relacionaba con la universidad. Y eso la metió en problemas.

Mejora emocional

Cuando se graduó, el verano de 2015, decidió que no se dedicaría a la moda. «En su día lo pensé. Quería ser diseñadora de moda y tener mi propia marca, o trabajar para un diseñador importante«, recuerda. «Pero si hoy quisiera un trabajo como ese, tendría primero que ser becaria y no cobrar durante un año«, se lamenta. «No me lo puedo permitir. Tengo que pagar la renta y los recibos«.

Con el porno, hoy gana US$1.500 por un fin de semana rodando realidad virtual en Barcelona o US$800 por 14 horas de trabajo en Praga. «Si lo divides, son como US$57 por hora. Eso sí, si cuentas el viaje de ida y de vuelta, se queda en 10«, aclara. Sin embargo, aunque podría parecerlo por sus primeros comentarios, no se hizo actriz pornográfica sólo por el dinero.

El porno, dice, mejoró su situación emocional. «Quería hacer amigos pero no lo logré, así que me pasaba el día sola, llorando. Me sumí en una depresión«, prosigue. «Pero cuando empecé en esto la gente empezó a decirme que era bella, que quería conocerme«, asegura. «Todo cambió para mejor: el porno me quitó mi coraza y me dio confianza; empecé a creer en mí misma como nunca antes«.

Experiencia con hombres
También vio otras bondades en esa industria. «Los hombres (los actores con los que rueda) me tratan con respeto. Pero los de la vida real no tanto«. Su primera mala experiencia de ese tipo la tuvo a los 16, cuando un hombre la asaltó sexualmente en unos vestuarios. «Estaba sola, y recuerdo perfectamente cómo entró y me miró. Había algo en su rostro que me hizo saber de inmediato que estaba en aprietos», hace memoria. «Me arrancó la camiseta y se abalanzó sobre mis pechos», cuenta con horror. «Cuando terminó, me tiró al suelo«, recuerda. «No me violó. No fue tan extremo. Pero lo que me hizo fue algo en lo que pensé a diario en los siguientes seis años«. Ahora tiene relaciones sexuales delante de las cámaras, como si sintiera que es una opción más segura.

El lado oscuro
Pero no todo es perfecto. Hay cuestiones de la industria que le molestan y su trabajo a veces la afecta física y emocionalmente. Respecto a lo físico, menciona los penes de 30 o 35 centímetros: «Mi cuerpo no está hecho para las cosas grandes de este mundo«. Por otro lado, le incomodan las escenas para las que le piden que se vista de colegiala. «Es un fetiche muy extendido, pero hay que tener claro que en la realidad quienes llevan esos uniformes son unas niñas«, subraya.

También tiene sus reservas con las escenas de violencia y sumisión. «Para mí rodarlas no es un problema. Me gusta esa actitud dominante del hombre en las películas. Es el jefe y tienes que hacer lo que quiere. Es divertido«, reconoce. «Pero siempre habrá un idiota ahí fuera que vea la película pornográfica, llegue a casa y golpee a su novia porque cree que debe ser así», se lamenta. «Hay demasiada gente ingenua en este mundo, que se cree todo lo que ve«.

Y, además, por el momento ve difícil conciliar su carrera con una vida en pareja. Pero lo bueno supera esa parte oscura, cree. «Ahora tengo más confianza de la que hubiera soñado en mi cuerpo, porque me veo como soy, porque veo cómo actúo y estoy orgullosa de lo que he hecho«, dice.

«La pornografía me liberó«.

Información de BBC Mundo

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