Aunque suena muy bobo, al buen Greg Rutherford, nombre del suertudo que pudo morir, los instantes previos a tocar tierra se le hicieron eternos y quiso saltar de la embarcación, sin esperar que las piernas le fallaran, razón por la cual cayó justo en el lugar indicado para ser aplastado por la “tablita” que serviría para descender.