‘Teníamos dos caras: la nihilista, que quería destrozar todo, y otra muy sensible’: Mick Jones de The Clash

Mick Jones hace balance sobre su vida en la banda de punk más contradictoria.

Laura Moreno

Tres décadas después de ser despedido de The Clash, Mick Jones vuelve a dar entrevistas para hablar de la banda que formó en plena explosión punk británica y que sentó cátedra sobre cómo funcionar sin reglas ajenas. “En el momento no fuimos conscientes de lo influyentes que éramos”, dice este londinense de 58 años, con poco pelo pero muchas ideas en la cabeza. El motivo de esta reaparición son dos lanzamientos: por un lado The Clash hits back, un recopilatorio con el mismo repertorio de éxitos de un célebre concierto de la banda en Brixton, en 1982 (pero ojo, no es un directo); y, por otro, The Clash: Sound system, una caja con sus cinco álbumes clásicos -con el sonido minuciosamente pulido, además de caras b, un DVD con imágenes inéditas, un libreto… Ambos han sido cuidados con mimo por este guitarrista junto al bajista Paul Simonon, los fundadores supervivientes de The Clash tras el fallecimiento de Joe Strummer, en 2002.

He disfrutado mucho repasando todas nuestras canciones, pista por pista”, dice Jones sobre su meticulosa labor como arqueólogo musical, para esta extensa colección retrospectiva. Mientras esta banda ponía todo patas arriba con su rock combativo no hubo tiempo para la reflexión o la pausa: de su primer ensayo en un almacén en Camden, en el verano de 1976, a su primer contrato con una multinacional, por 100.000 libras (unos 115.000 euros), pasaron escasos nueve meses. Y apenas un lustro después la banda ya llenaba estadios en EE UU, poco antes de desintegrarse. Mick Jones habla del sentimiento de culpabilidad que les creó el éxito, del disco que quedó por hacer o de lo que realmente mantuvo encendida la llama de The Clash: sus pachangas de fútbol.

¿Has sentido nostalgia al reunir material para esta caja?
No, porque he estado más centrado en cuestiones prácticas. Han sido tres años de mucho trabajo repasando las cintas originales, entre las que ha habido que arreglar más de una. Hemos utilizado la tecnología más puntera para que estos discos suenen mejor que nunca. Siempre me ha interesado cómo graban los grupos, no los míos únicamente. Ha sido como restaurar una vieja película para verla en alta definición.

¿Estás al tanto de avances tecnológicos, entonces?
Los utilizo más para cuestiones creativas, como la música o la fotografía. Me gusta internet para descubrir nuevas bandas aunque al ritmo que vamos tendrá que pasar una década si queremos saber cuáles son realmente buenas. Pero paso de redes sociales.

De aparecer ahora The Clash, ¿Lo tendría más fácil o difícil para hacerse escuchar?
Es más difícil ahora. Cuando surgimos estaba toda la contracultura hippie, frente a la que nos expresamos con el punk. Había algo ante lo que reaccionar. ¿Qué cultura puedes atacar y poner entre interrogantes ahora? Si está todo tan capitalizado…

Pero ahora hay muchas cosas por las que estar cabreado.
Sí. Pero nosotros no expresábamos sólo mala leche, había mucho más.

¿Eso fue lo que los diferenció de otras bandas del primer punk británico, como Sex Pistols, Buzzcocks…?
Puede. Teníamos dos caras diferenciadas: la nihilista, que quería destrozar todo, y otra muy sensible. Creo que despegamos gracias a esta dualidad.

También tienes interés por el arte.
Sí, veníamos de escuelas de arte. Nuestros primeros trajes, unos monos, los pintamos con spray, influidos por Jackson Pollock y artistas similares. Los llevábamos puestos a todas horas, no sólo cuando tocábamos.

¿Entonces eres conscientes de lo mucho que estabais cambiando las reglas?
No realmente. Lo intuíamos, pero no teníamos una visión de conjunto. Simplemente queríamos diferenciarnos de las bandas anteriores a la nuestra, que no te llevaban a ningún lado, más allá de sus conciertos y sus canciones. Nuestra idea era motivar a otros para que empezaran a hacer sus propias historias.

Jones habla pausado y se preocupa por terminar sus frases. Cuesta creer que sea el mismo que le dio a su guitarra con tanto nervio e intuición en tantos temas clásicos en tan poco tiempo (su tercer álbum, London calling, fue elegido el mejor de los 80 por Rolling Stone). Fue el peso musical de The Clash. “Yo no veo las canciones en conjunto como Mick. A menudo se pasa por alto el gran arreglista que es”, dijo de él Joe Strummer, su compañero fallecido 11 años atrás. Aunque en el otoño de 1983 este cantante de carácter fuerte le echó del grupo, aludiendo que el guitarrista se había vuelto insoportable con la fama, convertida en masiva en EE UU con el último álbum de la formación clásica, Combat rock. Para muchos, su marcha fue el verdadero fin de The Clash, que existió hasta 1986, tras escarceos con drogas, nuevos miembros que no encajaban, un disco irregular sin la formación original (Cut the crap) y un manager, Bernie Rhodes, que pasó de buen consejero exigente a manipulador egocéntrico. Tropezaron con todo aquello que habían criticado apenas un lustro antes.

Mantuvisteis la amistad tras desaparecer, algo excepcional en grupos grandes.
Cuando me echaron, claro que hubo un tiempo en el que no fuimos amigos. Pero recuperamos la amistad rápido. Tuve la suerte de estar en una banda con unos tíos excepcionales, porque en el momento era difícil mantenerse cuerdo con lo grande que se había vuelto todo.

Al irrumpir hicisteis bandera del “Hazlo tú mismo”. ¿Supuso un conflicto llenar estadios pocos años después?
Totalmente. Constantemente nos debatíamos sobre nuestras contradicciones. Durante nuestra carrera no tuvimos un solo día de vacaciones, quizá con un poco de descanso hubiéramos tenido algo de perspectiva y habríamos evitado ponernos de los nervios los unos a los otros. El poco tiempo libre que tuvimos lo pasamos haciendo cosas para la banda.

Casi fuisteis a disco por año.
No hubo tiempo para pensar. Fue todo muy intenso y rápido, y fuera de los focos había muchas movidas. Afortunadamente eso nunca se notó mientras tocábamos.

¿Te hubiera gustado una reunión?
Sí, me hubiera gustado, para tocar en la selva amazónica, para esquimales y en muchos otros lugares donde no he estado.

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