El pasado 16 de julio Carmelo Flores cumplió 123 años. Es boliviano y vive en una aldea de los Andes bolivianos aislada del mundo y a 4.000 metros sobre el nivel del mar. Toda su vida comió alimentos naturales que él mismo cultivó al pie de los nevados.
“Estoy andando así nomás, solito ando con los animales (por el cerro). No comía ni fideo, ni arroz, sólo cebada; cultivaba papa, habas… ahora hay todo para comer”, afirmó Flores. A veces siente dolor de cabeza y estómago, sobre todo cuando come fideos, y recuerda haber consultado un médico en su juventud.
El anciano vive en una choza de adobe con techo de paja y piso de tierra, como casi ya no existe en el altiplano. Bebe agua que baja de la cordillera. Hace tres años tiene electricidad y letrina, aunque él está habituado a usar el descampado.
“Tenía ovejas y comía eso, antes no había kerosene, sólo con la grasa de cordero cocinaba… debo tener cien años o más”, cuenta.
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