Al parecer, la emergencia del bueno de Doyle era que necesitaba “una persona que consiga que mi mujer haga lo que yo quiero que haga”.
Mientras tanto, la mujer de Hardwick, Julie (54 años), contó a la policía que su marido le había pedido que no se sentara a su lado, pero que ella no quería sentarse en ningún otro sitio.
Normal, ¡a saber qué esconde ese hombre en las redes sociales con tanto secretismo! Según aparece en medios estadounidenses, tanto la declaración de Julie como la de Doyle fueron realizadas con un tufillo a alcohol en el aliento bastante sospechoso.
Cuando los agentes llegaron a detener a Doyle el pobre seguía al teléfono intentando convencer a la persona que le atendía de lo urgente que era su llamada. Al final todo le salió mal: ni su mujer se acostó, ni pudo mirar su cuenta de Facebook, ni se libró de la detención.
Además, resulta que el pobre era reincidente: en mayo de 2010 llamó al 911 para que le llevaran a casa de su hija.