A Andrés Escobar lo mató el fútbol. O, en verdad, lo mató la enfermedad que produce el fútbol. Su asesino, antes de gatillar, le recordó el gol en contra que marcó la eliminación de Colombia del Mundial de Estados Unidos 1994. Su nombre, entonces, pasó a ser un mito. Tal vez por esta historia se comienza a comprender al hincha Edward Felipe Álvarez.
Edward, de 25 años, llevó los colores de Atlético Nacional a su piel. Se dibujó, en 24 horas, diez sesiones y con tres tatuadores, la camiseta del equipo de Medellín con el 2 en la espalda. El dorsal de Escobar, claro. El fin de semana pasado festejó el "día del hincha verde” en el Atanasio Girardot. A su lado estaba Víctor Hugo Aristizábal, ídolo y amigo de Escobar.
El defensor central, que murió el 2 de julio de 1994 de 12 disparos luego de una discusión en un boliche, ganó con el Rey de Copas colombiano la Libertadores de 1989. Álvarez, cuentan, sufrió mucho los continuos pinchazos del tatuaje. Incluso se lo ve con el rostro dolorido. Su decisión podrá ser caratulada como una locura, pero también como una historia de redención.
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