En Europa hasta el próximo 18 de julio, cuando, tras un paréntesis, se trasladarán a Estados Unidos, el grupo que integran Michael Balzarg Flea, bajo; Anthony Kiedis, voz; John Frusciante, guitarra; y Chad Smith, batería, repite hoy en el mismo escenario barcelonés -aún quedan algunas entradas disponibles- y el 2 de junio actuará en el Palacio de los Deportes de Madrid -con todas las localidades también agotadas-.
Tras probar la escenografía, la selección del repertorio y los equipos de luz y sonido en cinco conciertos ofrecidos en ‘petit comité’ en Londres, Bilbao, París, Hamburgo y Milán, con 23 años de trayectoria artística, ha iniciado, con 25 minutos de retraso sobre el horario previsto, el primero de sus tres recitales en España.
Se trataba de presentar su noveno disco en vivo, Stadium Arcadium, dividido en dos compactos, Júpiter y Marte, con reminiscencias al Cosmos, la creatividad, la luz y la energía, conceptos nuevos en una banda de supervivientes damnificada tras muchos años de excesos de todo tipo.
Excelente espectáculo
Un excelente montaje de luces, con tubos de luz llenando la parte trasera del escenario desnudo y trepando por el techo hasta media pista, y cuatro pantallas de vídeo, dos en cada lateral, un sonido que se fue puliendo poco a poco, y proyecciones sobre la parte central del equipo lumínico fueron sus armas para conquistar a los asistentes.
Tras la introducción instrumental, apareció Kiedis, y con Can’t stop comenzó un desfile de ‘riffs’ de rock duro, pulsaciones de funk, guiños al ska y alguna balada, y prosiguió con su nuevo sencillo, Dani California.
La poca conjunción de la banda -era el primer concierto, eso sí- y unas piezas, las nuevas, largas y sin nada particular, fueron la constante de la primera parte del concierto, que desconcertó hasta a sus seguidores, a los que únicamente han ofrecido ruido, desarrollos longevos y fallos.
Así, ni Charlie, ni Throw away your TV, ni 21st century, ni Snow (Hey oh) consiguieron algo más que mover las cabezas y alzar algún puño, aunque los cuerpos se movieron algo más con Right on time.
«¡Oh, mi cabeza!», dijo Kiedis en castellano mientras se sujetaba la misma, no se sabía si atacada por el excesivo volumen o la resaca, antes de continuar con Don’t forget me, Torture me, Otherside, Tell me baby, West sand y By the way.
En el bis, Under the bridge y Give it away y, tras dieciséis canciones y casi una hora y media de concierto, casi 18.000 personas entraron en euforia.
Reinventándose sin llegar a ninguna parte
Dos años después de salir abucheados tras presentar Californication por la brevedad del concierto -apenas una hora-, los californianos estiraron el metraje pero redujeron, aún más, las ideas, y revistieron de falsa trascendencia y de misticismo de oropel canciones de desecho que no daban, ni mucho menos, para un doble álbum y que, si la exigencia se mantuviera, no hubieran tenido sitio en ningún disco anterior a 1991.
Reinventándose sin llegar a ninguna parte, equivocándose en multitud de ocasiones, tirando de sus éxitos de hace quince años para intentar conectar y parodiando los mismos tics que les hicieron célebres, cuando aún se drogaban, pasaron anoche Red Hot Chili Peppers por Barcelona. ¿Era necesario?
Tomado de https://www.abc.es